Caminamos Sur América: La Vida en los Yungas, Sucre y Potosí

miércoles, 25 de julio de 2012

La Vida en los Yungas, Sucre y Potosí


 
Sin electricidad, ni agua, sin gas, sin baño y sin llaves, se vive libre, se come hasta el cansancio, se bebe más vino y se escucha la naturaleza que hay adentro; se crean historias cada noche, y se vuelve a  la infancia, donde te maravillas con el aleteo de una mariposa, donde haces amigos que quieres sean para siempre, y hasta puedes reinventar el origen de la vida y el universo. Eso aprendí en la casita de adobe donde viven Nacho y Daniela, donde viven ellos y cientos de viajeros que han pasado por ahí y han compartido de la familia del camino.

De La Paz nos fuimos a Coroico buscando un poco de paz, cansados del caos diario de cada calle y esquina de la capital, pero también del frío seco que desespera cada vez que el sol se esconde; nos fuimos buscando un lugar donde tejer nuestras manillas, donde leer tantos libros que cargamos, y donde, una vez más, pudiéramos tomarnos unas vacaciones de las vacaciones.

Así, tomamos un minibús por toda la ciudad que nos llevó a una esquina desde la cual salen otras minivans hacia Coroico, un lugar muy turístico ya que está a tres horas de la capital y tiene un clima calientico, como Melgar o Girardot. Cuando llegamos a eso de las cuatro de la tarde, y justo cuando nos bajábamos del carro estaban ahí, Andrés y Marcela, nuestros amigos de La Paz, quienes corrieron a saludarnos y ayudarnos con las maletas y que nos tenían lista la invitación para llevarnos a la casita de adobe de Nacho y Daniela. Cansados, quedamos en que llegaríamos al día siguiente, y con todas las indicaciones nos decidimos a dormir en Coroico.

Al día siguiente apenas tuvimos tiempo de tomar un par de fotos y hacer mercado, cuando ya estábamos esperando algún transporte que nos llevara a Yolosa. Esperamos más de una hora, junto a un señor que llevaba helados para vender, y que con señas nos decía que no nos impacientáramos, que ya mismito llegaría algún carro que nos llevaría. Cansados de esperar arreglamos con un taxi para que nos llevara a los tres, y así recorrimos 15 minutos de camino empedrado en el que varias veces se debe frenar para dejar pasar a otros carros que vienen de frente. Al llegar vimos los rulos inconfundibles de Andrés, quién nos esperaba junto a la Marce en el pueblito.

EL pueblito es apenas una calle, con 12 casitas a cada costado, donde existe una economía de carretera, ya que allí acababa el camino desde La Paz, que se conocía como la carretera de la muerte, y que hoy estácerrado y solo se puede recorrer en tours en bicicleta. Estábamos preparados, con nuestras mochilotas encima, además de unos 10 kilos de mercado, y nuestros guías nos recomendaban que fuéramos con calma, porque la subida era empinada y podía durar desde 20 minutos hasta media hora. Ana y yo pusimos cara de susto, pero pronto nos dimos cuenta que podíamos hacerlo pues a mitad de camino aún guardábamos fuerza en las piernas, como diría nuestro hermano Fabián, estábamos fuertes.
 
Al llegar arriba, nos esperaba una comunidad de jóvenes viajeros, todos en los veintes, sentados en piedras, en tablas o en el suelo de tierra,esperándonos para darnos la bienvenida y esperando su desayuno casi a la 1 pm. En la mamadera de gallo, Marco, el Indiana Jones chileno nos hizo marcas en la frente con achiote, que indicaban nuestra pertenencia a la tribu. Pronto, decidimos que dormiríamos en un cuartico alejado donde antes estuvo el gallinero, pero que recientemente había sido transformado por Nacho en una habitación matrimonial. Apenas cabría la carpa, era oscuro y la puerta pendía de un clavito, pero decididos a darnos una oportunidad en la montaña, arrumamos las mochilas y nos fuimos con los demás a pasar el calor del medio día en el río, todos con las frentes rojas marcadas del achiote.

La Tribu
 
Frio pero refrescante, en un valle hermoso, y lleno de piedras gigantes que parecían huevos prehistóricos, el río era tal como Gabo describió el de Macondo. Disfrutamos todos de un baño delicioso, yo no quería salirme y no hacía sino jugar con Ana, con Andrés y con los amigos chilenos y argentinos que nos acompañaban. Ana obviamente al ver tanta agua aprovechó para lavar las mochilas; comimos galletas y tomamos cervezas, hasta que, el hambre nos hizo subir de nuevo a la casita con la idea de hacer panes, salsas y galletas y comer toda la noche.
Nacho y la Dani
De vuelta en la casita, mientras todos hacíamos tareas repartidas para sacar adelante el proyecto de comer toda la noche  como traer agua, buscar y cortar la leña, amasar, prender el fuego, lavar y picar, descubrimos que había alguien a quien  llamaban el profeta, que hablaba de viajes espaciales, de razas extraterrestres, de tablas sumerias y Anunakis, del fin del mundo y del comienzo de la humanidad; resulto ser nuestro amigo uruguayo Andrés, que ya había expuesto sus teorías sobre el origen del hombre y se había convertido en el profeta y sumo sacerdote de los Yungas. Muertos de la risa con sus historias, cocinamos hasta bien entrada la noche, comimos y nos conocimos unos a otros. Nos vi como jóvenes que no cabíamos en los pantalones, trabajos, carreras y familias, almas viejas que necesitaban andar el mundo para disipar miedos que siempre nos parecieron irreales, me acorde de muchos amigos, de Gustavo quien seguro disfrutaría más que nadie de esta experiencia de libertad. En ese momento solo podíamos ser felices, no había otra opción, y así fue, comimos hasta el cansancio y nos fuimos a dormir con una gran sonrisa.
Andrès, El Profeta predicando
La cocina
Los días pasaron rápido, Ana y yo empezamos a entrenar Shaolín por las mañanas y bajábamos y subíamos la montaña corriendo; luego hacíamos una pataconada que a todos encantaba y que tuve que repetir como 6 veces pues se convirtió en el desayuno favorito de todos. De repente, y sin darnos cuenta los viajeros que en un momento fuimos 12, partieron y solo quedábamos 6, junto a Andrés y Marcela con quienes inventábamos razones para evitar su partida. Al final se fueron, con Nacho y Daniela, hacia La Paz, los primeros  para seguir su camino de viaje hacia el Titicaca, los anfitriones para vender sus artesanías y reabastecerse.

De repente nos quedamos solos Ana y Yo; un par de citadinos en la selva. Nos miramos con un poco de preocupación, pero sabíamos que podríamos sobrevivir, y de qué manera. Hicimos mercado en Coroico, por las mañanas después del entrenamiento íbamos a buscar agua y a recoger leña y frutas ; luego nos hacíamos unos huevitos con patacones, jugo de una variedad de cítricos,  leíamos y tejíamos el resto de la mañana, y a la hora del almuerzo comíamos pasta, lentejas, arroces, y todo lo que se nos ocurriera. De noche nos gustaba prender la fogata y hacíamos los famosos chapatis, unos panes rústicos pero demasiado ricos que Nacho y Marcela nos enseñaron a preparar. También hicimos deditos de queso y unas salsas deliciosas que acompañaban las harinas. Luego nos dormíamos cansados te tanto trajín. Vivimos solos por una semana entera que se pasó en un abrir y cerrar de ojos. Bueno, no tan solos porque teníamos unos visitantes matutinos que siempre querían jugar; eran Marcelo, Toñito y Daniel, tres niños de Yolosa que se subían a la montaña  para jugar con nosotros; sin darse cuenta terminaron leyendo El Principito en las piernas de Ana y aprendiendo a tirar puños y patadas de kung fu conmigo. Disfrutamos  de cada instante.
Luego de esa semana volvieron Nacho y Daniela junto con Valeria, una amiga uruguaya maestra de escuela y volvimos a compartirtodas las tareas, a contarnos historias y a disfrutar de la familia del camino.

Así pasó nuestra tercera semana en los yungas y de repente llegó la hora de partir. Salimos solos, sin despedida pues los anfitriones habían ido una vez más a La Paz. Nosotros dos fuimos bienvenidos por todos y los fuimos despidiendo a cada uno, deseándoles suerte en sus caminos y mandándoles un gran saludo a cada viajero que encontraran. De Coroico a la Paz tomamos una minivan por 20 bolivianos, y al llegar nos fuimos enun minibús que nos dejó muy cerca del hostal. Esa noche comimos pizza y descansamos. Dos días después arrancamos para Sucre, a 14 horas y a 90 bolivianos de bus.

Sucre es la capital constitucional de Bolivia, al llegar encontramos otra Bolivia, una organizada y más  parecida a Europa, con casas blancas como las de VilladeLeyva, con gentes bien vestidas y un mercado central organizado, limpio y rebosante de frutas y verduras. Ahí estuvimos 4 noches porque la diarrea nos atacó una vez más, allí fuimos a cine, paseamos por los parques, por las plazas. E hostal nos cobraba como 40 bolivianos por noche, y la vida en esa ciudad nos pareció muy cara, pero aun así nos encantó porque fue un oasis del caos, del olvido y la pobreza de una Bolivia que al final nos pareció dura, seca, malhumorada, hermosa y rica.

Para conocer en Sucre recomendamos el parque Bolívar: puedes recorrerlo en cuatrimotos, aunque no es tan tan grande. Tiene una versión boliviana de la torre Eiffel, una fuente danzante de mil colores que no pudimos ver en funcionamiento porque solo la prenden algunos días de la semana, y nos asombramos de la cantidad de chamanes, brujos y tradiciones regadas por las calles donde se ofrecen fajos de billetes de mentiras, cartones de grado universitario de tamaño billetera y sahumerios, para pedir buena fortuna en la fiesta de la Virgen del Carmen.
De  tarde salimos hacia Potosí, a tres horas de bus, preocupados por las advertencias del frio trágico de la ciudad más alta del mundo y la que en alguna época fuera la más rica del planeta, conocida como la Atenas de América.Potosí es una ciudad en medio de la nada, en medio de montañas desiertas, agujereadas por las minas de plata, estaño y oro. Es una ciudaddonde se mezcla lo ostentoso de los metales preciosos con la cara de pobreza de los niños mineros; todo revuelto en un frio que en segundos te hela los huesos y  no deja dormir. Solo estuvimos una noche, no  hizo falta ver las minas, bastaba con el recuerdo escrito en las calles de lo que alguna vez fue, del sacrificio de la vida por el metal, y de la terrible tristeza y del vacío que se ve en los ojos de los mineros que cumplen todos una sentencia de muerte diferida a 10 años, durante los cuales el hollín, los gases tóxicos y la codicia de muchos, los ahoga y los va matando lentamente.

Tomamos un bus hacia Uyuni, para ver el salar y sus colores. Para Ana fue un sueño hecho realidad; para mí, un regalo de la tierra y del mar. Llegando nos extasiaba la idea de conocer un lugar en el cual puedes ver cómo sería el mar si  se secara, donde puedes caminar, respirando, por sus lugares más profundos; y puedo avanzar que es absolutamente maravilloso, pero Ana ya les contará más de la experiencia.

Un abrazo enorme a todos los hermanos viajeros que nos han acompañado, a los amigos que extrañamos, a los lectores que siguen la aventura y a nuestras familias.

Hasta pronto.


5 comentarios:

  1. Ana y Tuchi!!!! Que chevere que es leer cada una de sus historias. Me alegra muchísimo que estén disfrutando su viaje. Todo lo que están viviendo, experimentando, aprendiendo y sintiendo no tiene comparación. Les mando un abrazo fuerte, and keep walking!!! Johis

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  2. Algún día quedará alguno de mis saludos, que este blog, insiste en borrar. Mucha suerte y sigo acompañándolos desde acá.

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    1. Un abrazo compadre, gracias por a energía te hemos pensado mucho en el camino. saludos a tus chicas y nos vemos pronto.

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  3. chevy y ana mis queridos viajeros.es una hermosa experiencia la que viven , la narracion en partes tiene matizados de cien años de soledad ¨¨fajos de billetes de mentiras, saumerios,y chamanes¨¨,marolyn y yo nos reimos acarcajadas de que hicieras patacones con exquisitez y tan apetecidos y de que compartieran shaolin y lectura con esos niños hermosos pelo indio,lloramos con la descripcion cruda de la vida de los mineros impresa en sus miradas,que les induce neumoconiosis irreversibles obsevaciones que hacen parte de las vivencias del viaje, de todas maneras estan disfrutando y creemos que alguna vez en la vejez o antes regresaran a ¨¨ recordar¨¨lo vivido, solo bendigo esa travesia. y recuerden que su familia los ama como el mas¨¨ precido tesoro¨ y estamos deseosos de verlos de nuevo , abrazos carmen acevedo. cartagena colombia

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