Lo logramos, llegamos a la cumbre, lloramos y sufrimos, vimos la muerte y volvimos a nacer. Creo que aún no somos conscientes de todo lo que Cotopaxi significó, de todo lo que nos ha enseñado, Así que por lo pronto voy a contar lo que fue la travesía.
Luego de que ir a
galápagos se nos hiciera imposible, tuvimos la idea de ir más allá
y subir los 5897 metros del volcán activo más alto del mundo. En
las fotos se veía genial, parece un conito de helado, muchos dicen
que es la montaña perfecta, y en quichua su nombre traduce cuello de
la luna, es decir que subiendo por él, casi que podrías llegar a
la luna.
Nos fuimos a la tienda
Tatoo con la intención de averiguar cómo hacer cumbre en el
volcán, y ahí Carlo nos recomendó a su amigo Fabián, un guía sin
credenciales de guía, pero mejor que todos los demás. Ya nos
estábamos emocionando, y en la noche desde guápulo(sería como la
macarena de Bogotá) le llamamos, el tipo resultó encantador desde
el principio, con la mejor energía, y luego de ponernos cita al día
siguiente, nos fuimos a dormir muy emocionados.
Con el viejo Fabian
entendimos que uno no sube el Coto de buenas a primeras, que hay que
prepararse y entrenar muy duro, y de una, hicimos los planes de
entrenamiento y aclimatación que seguimos por las últimas semanas:
Quilotoa, Ruco Pichincha e Ilinizas Norte. Esa historia ya la
conocen.
El jueves alquilamos los
equipos, con la mala noticia de que no teníamos quien nos
transportara hasta las cercanías del volcán, así que decidimos
irnos en bus y guerrear un poquito más. El viernes salimos en Trole
a eso de las 10 am, retrasados media hora debido a que no pude
cambiar mis botas de alta montaña y me tocó subir con dos botas
izquierdas. Cuando llegamos a la terminal, nos encontramos con
Miguel, un pana de Fabián que ama la montaña pero nunca había
subido el Coto, así que se nos unió en nuestra travesía. El
trayecto en bus fue de poco más de una hora, y en la entrada del
parque cogimos una camioneta que nos llevó otra hora hacia el
parqueadero del refugio. Durante el camino fuimos viendo cómo se
despejaba el clima y empezaba a aparecer el imponente gigante que
nos proponíamos subir.
Del parqueadero hasta el
refugio son unos 200 metros de altitud que se hacen en media hora
subiendo por una pendiente de 45 grados, es pura arena y gravilla, y
toca subirlo con todos los equipos de alta montaña en la espalda que
a esa altura pesan toneladas. Por si fuera poco, el viento que viene
del norte pega durísimo y te moja como si estuvieras dentro de una
piscina. Ahí se nos mojó el papel higiénico, que como era de
esperarse, nos haría falta justo antes de empezar el ascenso.
Al refugio llegamos
pasadas las dos de la tarde, y sin descansar, nos pusimos las botas
y polainas y nos fuimos a un pequeño glaciar en el que Fabián nos
enseño las técnicas de caminata en ascenso y las técnicas de
Piolet para detener una caída. Estuvo bien divertido pues
simulábamos caernos por la pendiente de nieve y teníamos que lograr
la posición de frenado antes de estrellarnos contra las rocas de más
abajo. Finalmente, luego de hora y media de jugar como niños y de
lanzarnos bolas de nieve, volvimos al refugio a cocinar.
El frío que se siente en
ese lugar es una cosa loca, entra en los huesos, duele en los
dientes y casi que lo puedes tocar. Por eso nos fuimos todos a la
cocina y mientras Fabián y Migue cocinaban, Ana y yo jodíamos por
ahí comiendo lo que otros dejaban. Una vez estuvo la pasta,
disfrutamos de una comilona que ansío repetir. Estuvo delicioso y a
esa altitud sientes como el cuerpo se va llenando de energía con
cada cucharada. Mil gracias al viejo Fabián y al Migue que se
cocinaron tremenda pasta vegetariana. De ahí tomamos un te y tipo
5:30 pm nos fuimos a descansar a las literas. Dormir fue difícil
pero lo logramos. Sin embargo, a medida que se acercaba la hora de
salir, Ana y yo queríamos detener el tiempo para pensarlo de nuevo,
será que somos capaces, caminar 7 u 8 horas de madrugada por las
pendientes de un volcán nevado parece algo demente, en ese momento
temimos por nuestras vidas, pero ya era tarde, ahí tocaba echar
pa'lante, ponernos los equipos rápido, bajar por un té de coca y
salir a la montaña.
Caminamos rápido, hasta
que nos topamos con la nieve, ahí paramos a ponernos los crampones,
nos hidratamos y comenzamos a subir. Serían las 12 de la noche y
vimos el cielo más estrellado que pueda verse, no había nada entre
el espacio y nosotros, estaban ahí, tan cerca, y los astros parecían
como si estuvieran pegados en una tela a unos metros de distancia,
vimos estrellas fugaces pasar y al sur identificamos a Marte, el
planeta en serio se ve rojo como encendido de rabia y a punto de
estallar. Con la bendición de Marte continuamos nuestro ascenso que
desde ya sabíamos, sería una Guerra, con nosotros mismos y con la
montaña, nos quedaban todavía 7 horas de camino.
Subíamos en zigzag por
las pendientes que pasaban de 45 grados hasta unos 70 u 80 grados,
y parecían verdaderas paredes de hielo. A Ana le dolía una pierna
y eso la obligaba a parar y a estirarla, pronto, a mi me faltaría el
aire, y empezaría a sufrir todos los síntomas del mal de altura.
Por eso, parábamos cada vez que alguien no podía más, y poco a
poco fuimos avanzando a través de la completa oscuridad.
Cuando caminábamos
encordados y separados por unos dos o tres metros, las linternas
apuntaban a la nieve blanca que en la noche brillaba como trillones
de diamantes juntos, era un espectáculo que nos hacía sentir los
seres más ricos del planeta, por momentos me creí que en efecto
podían ser diamantes, y quise llevarme un poquito solo porque ajá.
Al día siguiente tenía los bolsillos mojados.
A eso de las 3am tuvimos
el gran reto de la grieta. Una falla técnica que cruza todo el
volcán y que en los últimos meses no había permitido a nadie hacer
cumbre. Esa era nuestra mayor preocupación, pero bajamos a la
grieta, y después de algunos saltos, de estalactitas que se veían
como espadas dispuestas a caerse y a atravesarnos y de unas paredes
de hielo que tocó escalar, salimos victoriosos de la grieta y
seguimos nuestra ruta hacia el sur para bordear la pared de piedra
del Volcán.
Durante poco más de una
hora caminamos como guerreros a la batalla, sin miedo, con paso
firme, solo descansábamos si Fabián paraba a identificar la ruta,
avanzamos mucho y alcanzamos a algunos grupos que nos habían pasado.
Ellos se quedaron atrás, y no lograron subir la cumbre. Luego de esa
hora de gran avance, a eso de las 5 am, la montaña nos dio un golpe
doble de altura y cansancio, y mi fuerza empezó a decaer. Era
impresionante como no lográbamos dar más de 20 pasos antes de
desplomarnos para respirar pegados al suelo. Ahí me empezó la
dificultad para respirar y el camino se volvió una tortura. Sin
embargo sabíamos que faltaba poco, y que podíamos hacerlo, así que
lucharíamos hasta el final, Cumbre o muerte.
Ya amanecía, habíamos
superado la última pared de hielo, si me preguntan diré que era de
90 grados, obvio que no, pero así se sintió. Las piernas no podían
dar un paso más, la respiración ya muy agitada y parecíamos
zombies a punto de desvanecernos. Miguel, Ana y yo comenzábamos a
perder la esperanza, pero Fabián nunca flaqueó, el man uso toda su
energía en darnos ánimo, nos decía que la cumbre ya estaba ahí,
que solo faltaba una colina más, que ya íbamos a llegar, que eramos
fuertes y que eramos guerreros. Fabián decidió regalarnos la cumbre
y por eso casi que nos arrastró hasta ella.
El sol ya había salido,
y su línea de luz nos mostró la cumbre a unos 30 metros, eso nos
animó y aceleramos el paso, en menos de 5 minutos habíamos pisado
la nieve más hermosa, la de la parte más alta, desde la que
podíamos ver el mundo entero, desde la cumbre vimos los picos de las
montañas que no se dejaron alcanzar(los Ilinizas y Ruco Pichincha),
y de aquellas que aún parecen inalcanzables (Chimborazo, Altisana);
desde la cumbre nos sentimos inmortales.
Chocamos nuestros piolets
como en una ceremonia de celebración de escaladores y nos dimos
largos abrazos cargados de orgullo, de aprecio. Cuando nos abrazamos
Ana y yo, lloramos por varios minutos, sabíamos que juntos eramos
invencibles, pero ahora sí que estábamos seguros de eso, logramos
la cumbre, juntos, dolió y sufrimos, cuando yo caía ella me dió
fuerzas, cuando ella flaqueó yo la apoyé, y ahora lo habíamos
conseguido y de nuevo, eramos inmortales, subir la montaña había
sido bajar al infierno y al cielo. La montaña nos volvió hermanos
guerreros, nos enseño a caminar sin miedo, a confiar el uno en el
otro, a no mirar atrás, y a saber que no existen límites pues los
rompes tantas veces que simplemente dejas de creer que existan.
El descenso fue de dos
horas, pero luego de la cumbre se hizo más soportable. Los últimos
400 metros nos deslizamos por una pendiente de nieve, bajamos tan
cansados, pero felices, orgullosos, humildes, y agradecidos con el
Cotopaxi que nos bendijo con una noche sin nubes, que nos invitó a
subir y nos permitió bajar. Ahora, luego de un duro viaje hacia la
costa, decidimos darnos unas vacaciones en el paraíso, se llama
Mompiche y existe la posibilidad que en un futuro no muy lejano, se
convierta en nuestra casa. Luego les contaremos sobre este lugar, por
ahora, les dejamos unas foticos.
Un abrazo a todos y Buena
montaña.
Si alguien quiere datos
de Fabián y más información útil para subir el Coto, pueden
escribirnos.
TODAS LAS FOTOS DEL COTOPAXI A CONTINUACIÓN
Mis escaladores favoritos:
ResponderEliminarMe encanta leer este blog en la Vega. Siento que logro conectarme con la energía de uds mucho más que haciéndolo desde Bogotá.
Es impresionanante como uno cuando está haciendo las hazañas, duda de la fuerza y perrenque para lograrlas, porque las ganas son infinitas pero el cuerpo, como todo lo material, si es finito. De la misma forma es impresionante como, la gente externa a tales cuentos, en este caso yo, nunca duda de la berraquera de quienes las hacen, en este caso uds.
Me alegra que hayan podido empacar las bocanadas de aire y los diamantes de los 5900 mts que me tienen que dar cuando nos veamos, y sigan haciendo cositas que me hagan sentir fucking proud. Un abrazo rompecostillas de Gustavo Enrique y mio, tal cual como si estuvieran en la cima del Cotopaxi.
Puentes.
Queridos Amigos, gracias por el comentario, nos dan ganas de emprender algna otra aventurilla, aunque por ahora estamos de relax en la playa. los pensamos muchìsimo en nuestra subida, y te cuento que si bien el aire es increiblemente puro, tambièn es dificil de respirar.
EliminarUn abrazo muy grande
Qué lindo, leyendo me sentí caminando con ustedes, viendo las estrellas, sintiendo el viento, la satisfacción de haber llegado , de haber vencido los obstáculos, de ver esos paisajes infinitos, que bello, gracias por compartir esta aventura la cual muchos quisiéramos haberla hecho pero que gracias a sus escritos podemos vivirla cibernéticamente, besos pa’ los dos
ResponderEliminarTía C
Hola C, que chèvere que lo sientas tuyo, esa es la idea.
EliminarHemos visitado lugares como Otavalo y nos hemos imaginado que los disfrutarìas muchisimo: mucha cultura, colorido y un aire de libertad.
Un abrazo a ti y a M.
E
Soy amiga de Eliana y profesora de periodismo. Realmente a través de este blog hecho con el equilibrio de corazón y razón nos llevan a sus seguidores a vivir su aventura....Hermosas fotos y muy buenas descripciones de la aventura que todos alguna vez soñamos tener pero que fuimos incapaces de abandonar la tranquilidad a sabiendas que nos estábamos perdiendo de la creación de Dios y de la emoción de conquistarla y gozarla.
ResponderEliminarFelicitaciones
Hola Nidia!! Gracias por los alagos! Nos parece muy chévere que nos sigas en esta aventura. Un abrazo grande :)
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