Caminamos Sur América: Río y una corta despedida

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Río y una corta despedida




Llegamos al final de este viaje, llegamos a Río de Janeiro, una ciudad completa, hermosa por donde se la mire, alegre, cálida y excitante. En Río nos alojamos en el barrio Lapa, en un hostal de 5 pisos escondidos en un viejo edificio del centro, que por dentro te sorprende con un frío aire acondicionado, con tuberías y paredes blancas que parecen sacadas de un laboratorio, con puertas electrónicas de última generación, y un ruido de turbina de avión que no deja dormir. Esa noche salimos a caminar un poquito al centro, buscábamos algo de comer y para variar nos sentamos en un bar de la calle a comer una pizza. Ahí empezamos a vivir Rio, la buena comida, una hermosa música en vivo, la gente camina por las calles entre carcajadas y cervezas, putas y travestis por doquier, y un olor en el aire que de inmediato te sumerge en el ambiente de la fiesta. Cansados, nos fuimos a dormir.

En la mañana salimos a conocer el centro de Rio, y me maravilló el sentido de estética de su gente. En Río todo es, en algún grado, bonito y colorido: por qué hacer un andén gris y parejo como todos los demás si puedes decorarlo, y el gris se puede descomponer en blanco y negro y con esos colores puedes jugar a hacer formas infinitas. Eso es Río, un derroche de estética, de alegría y de expresión, de espontaneidad. También es una ciudad vieja, con muchos habitantes de la calle, en río conviven los extremos y la pobreza toma un significado diferente, aun no se definirla, pero puedo decir que es diferente.






Esa mañana nos mudamos de barrio, nos fuimos a vivir a Santa Teresa, el barrio bohemio que queda encaramado en una montañita. Nos cargamos las mochilas a la espalda y subimos durante 25 minutos y llegamos a Villa Leonor, un hostal pasado de chévere, donde trabaja gente muy amable y con una energía llena de paz. Ese día salimos de paseo por la vía del Bondinho y recorrimos todo el barrio, tomamos caipiriñas y hasta conocí las famosas escaleras de colores. La gente se reúne en las calles fuera de los bares a charlar y a tomar chopp que son vasitos de cerveza. Río se vive en la calle, y cuando caminas por ahí te vas contagiando de un soncito de samba que le da gracia al caminao.






Al día siguiente tomamos el desayuno en el bar del hostal, un desayuno excelente que nos maravilló por la compañía de unos pequeños monitos (como titíes) que saltaban de un árbol a otro y que nos dibujaron el recuerdo de la película Río. Ese día decidimos volver al centro, era sábado y lo que encontramos fue un hermoso mercado repleto de colores y sabores donde una vez más se observaba la estética de la gente de Río, donde ellos no solo quieren vender, también quieren decorar ese pequeño espacio en ese corto tiempo, por la simple razón de que pueden hacerlo más bonito. Decidimos entonces conocer el mercado de ropa y cosas varias, y luego de 15 minutos caminando llegamos al paraíso de las ofertas en la calle: ropa de todos los tipos y colores, de la India, de China, de Brasil, de Bolivia, a todos los precios: yo me compre una pantaloneta por7 reales (6 mil pesos) y muchas cosas más. Luego de las compras nos fuimos a conocer el puerto, y de regreso al hostal hicimos mercado para comer. Esa noche nos fuimos de románticos al bar del hostal y nos tomamos unas cervezas con el Corcovado de fondo.








Al día siguiente sería hora de mudarnos nuevamente, nos fuimos en bus a Botafogo, un barrio residencial que por su ubicación nos permitiría vivir la vida de la playa en Río. Llegamos de milagro, porque el destino no quería que nos perdiéramos y termináramos en una favela. El hostal estaba muy bueno; dejamos las cosas y salimos a almorzar. Descubrimos que en Río pululan los almuerzos a kilo, donde te cobran lo que pese tu comida seleccionada de un completo buffet. La vaina es que es caro, pero muy rico, y para un par de vegetarianos, poder escoger vale lo que sea. En la tarde, nos fuimos en metro a Ipanema, visitamos la feria hippie y caminamos por toda la playa hasta que llegamos a Copacabana. Como era domingo, había una especie de ciclovía, donde la avenida de la playa se cierra todo el día y la ocupan miles por no decir millones de personas, los manes sin camiseta y las chicas en bikini, con cuerpos esculturales van en bicicleta, en patineta, en patines o a pie, y dan orgullosa muestra de lo que lograron en el gimnasio durante la última semana. La vaina es un verdadero espectáculo, y nos iban dando ganas de quedarnos a vivir ahí, con ciclovías en bikini.


Luego, tendríamos varios días de playa, conocimos la laguna, la playa de Botafogo, y nos tostamos al sol de la playa de Copacabana. El fuerte oleaje del mar nos revolcó y poco a poco nos fuimos enamorando de esa ciudad, de su gente, y de esa capacidad para hacer de lo ordinario algo hermoso, solo porque es posible.  Los días pasaron rápido, hicimos algunos amigos, y a la hora de regresar, Río fue la perfecta despedida de este viaje a nuestra esencia.






He buscado la forma de acabar este relato, y no encuentro como describir lo que fueron estos seis meses. Siento que salimos hace tres años; siento que he vivido más que en el resto de mi vida; siento que ya no pertenecemos al mundo que nos espera en casa y que pronto volveremos al camino. La mejor manera de describirlo es como un sueño de 6 meses: se siente como cuando estás soñando y estas disfrutando de esa aventura sin reglas, donde absolutamente todo es posible, donde puedes viajar de un extremo del planeta a otro en segundos, donde puedes pasar los días hacia adelante o hacia atrás, donde tienes superpoderes y puedes respirar bajo el agua. Ese sueño fugaz que todos hemos tenido del que no queremos despertar a nosotros nos duró 6 meses, y para ser sincero, esos seis meses me enseñaron que ese sueño es otra realidad, tan válida y poderosa como la que vivimos antes de salir, y se me ocurre que soñamos solo para darnos cuenta de que hay cosas maravillosas que podemos hacer si tan solo nos quitáramos las ataduras, si dejamos las reglas atrás y nos aventuramos a vivir nuestras vidas sin miedo, sin ambición; solo con la humildad  de disfrutarla. Solo nos queda agradecer a  los amigos que nos acompañaron en el camino y desde este blog. Siempre el universo nos enseñó a confiar en que todo saldría bien, aún en los momentos en que estábamos perdidos, siempre sentimos que toda la energía de la gente que nos quiere y que nos apoya, fue la encargada de mostrarnos el camino. Hasta pronto.

Euse



3 comentarios:

  1. Lindos, suerte en todo lo que venga sobre todo en este periodo de adaptación a la quietud donde se vive pensando en la manera de volver a viajar!. Besos miles.

    ResponderEliminar
  2. El reportaje estupendo, una muy buena manera de animar a la gente a visitar y conocer el mundo ciertamente muy especial.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias. esa es la idea.
      Este año visitamos India y Tailandia y escribimos en nuestro nuvo blog: www.chilamochila.com

      Eliminar