Caminamos Sur América: El Maestro Cotopaxi

miércoles, 4 de abril de 2012

El Maestro Cotopaxi






 Lo logramos, llegamos a la cumbre, lloramos y sufrimos, vimos la muerte y volvimos a nacer. Creo que aún no somos conscientes de todo lo que Cotopaxi significó, de todo lo que nos ha enseñado, Así que por lo pronto voy a contar lo que fue la travesía.

Luego de que ir a galápagos se nos hiciera imposible, tuvimos la idea de ir más allá y subir los 5897 metros del volcán activo más alto del mundo. En las fotos se veía genial, parece un conito de helado, muchos dicen que es la montaña perfecta, y en quichua su nombre traduce cuello de la luna, es decir que subiendo por él, casi que podrías llegar a la luna.

Nos fuimos a la tienda Tatoo con la intención de averiguar cómo hacer cumbre en el volcán, y ahí Carlo nos recomendó a su amigo Fabián, un guía sin credenciales de guía, pero mejor que todos los demás. Ya nos estábamos emocionando, y en la noche desde guápulo(sería como la macarena de Bogotá) le llamamos, el tipo resultó encantador desde el principio, con la mejor energía, y luego de ponernos cita al día siguiente, nos fuimos a dormir muy emocionados.

Con el viejo Fabian entendimos que uno no sube el Coto de buenas a primeras, que hay que prepararse y entrenar muy duro, y de una, hicimos los planes de entrenamiento y aclimatación que seguimos por las últimas semanas: Quilotoa, Ruco Pichincha e Ilinizas Norte. Esa historia ya la conocen.

El jueves alquilamos los equipos, con la mala noticia de que no teníamos quien nos transportara hasta las cercanías del volcán, así que decidimos irnos en bus y guerrear un poquito más. El viernes salimos en Trole a eso de las 10 am, retrasados media hora debido a que no pude cambiar mis botas de alta montaña y me tocó subir con dos botas izquierdas. Cuando llegamos a la terminal, nos encontramos con Miguel, un pana de Fabián que ama la montaña pero nunca había subido el Coto, así que se nos unió en nuestra travesía. El trayecto en bus fue de poco más de una hora, y en la entrada del parque cogimos una camioneta que nos llevó otra hora hacia el parqueadero del refugio. Durante el camino fuimos viendo cómo se despejaba el clima y empezaba a aparecer el imponente gigante que nos proponíamos subir.

Del parqueadero hasta el refugio son unos 200 metros de altitud que se hacen en media hora subiendo por una pendiente de 45 grados, es pura arena y gravilla, y toca subirlo con todos los equipos de alta montaña en la espalda que a esa altura pesan toneladas. Por si fuera poco, el viento que viene del norte pega durísimo y te moja como si estuvieras dentro de una piscina. Ahí se nos mojó el papel higiénico, que como era de esperarse, nos haría falta justo antes de empezar el ascenso.

Al refugio llegamos pasadas las dos de la tarde, y sin descansar, nos pusimos las botas y polainas y nos fuimos a un pequeño glaciar en el que Fabián nos enseño las técnicas de caminata en ascenso y las técnicas de Piolet para detener una caída. Estuvo bien divertido pues simulábamos caernos por la pendiente de nieve y teníamos que lograr la posición de frenado antes de estrellarnos contra las rocas de más abajo. Finalmente, luego de hora y media de jugar como niños y de lanzarnos bolas de nieve, volvimos al refugio a cocinar.

El frío que se siente en ese lugar es una cosa loca, entra en los huesos, duele en los dientes y casi que lo puedes tocar. Por eso nos fuimos todos a la cocina y mientras Fabián y Migue cocinaban, Ana y yo jodíamos por ahí comiendo lo que otros dejaban. Una vez estuvo la pasta, disfrutamos de una comilona que ansío repetir. Estuvo delicioso y a esa altitud sientes como el cuerpo se va llenando de energía con cada cucharada. Mil gracias al viejo Fabián y al Migue que se cocinaron tremenda pasta vegetariana. De ahí tomamos un te y tipo 5:30 pm nos fuimos a descansar a las literas. Dormir fue difícil pero lo logramos. Sin embargo, a medida que se acercaba la hora de salir, Ana y yo queríamos detener el tiempo para pensarlo de nuevo, será que somos capaces, caminar 7 u 8 horas de madrugada por las pendientes de un volcán nevado parece algo demente, en ese momento temimos por nuestras vidas, pero ya era tarde, ahí tocaba echar pa'lante, ponernos los equipos rápido, bajar por un té de coca y salir a la montaña.

Caminamos rápido, hasta que nos topamos con la nieve, ahí paramos a ponernos los crampones, nos hidratamos y comenzamos a subir. Serían las 12 de la noche y vimos el cielo más estrellado que pueda verse, no había nada entre el espacio y nosotros, estaban ahí, tan cerca, y los astros parecían como si estuvieran pegados en una tela a unos metros de distancia, vimos estrellas fugaces pasar y al sur identificamos a Marte, el planeta en serio se ve rojo como encendido de rabia y a punto de estallar. Con la bendición de Marte continuamos nuestro ascenso que desde ya sabíamos, sería una Guerra, con nosotros mismos y con la montaña, nos quedaban todavía 7 horas de camino.

Subíamos en zigzag por las pendientes que pasaban de 45 grados hasta unos 70 u 80 grados, y parecían verdaderas paredes de hielo. A Ana le dolía una pierna y eso la obligaba a parar y a estirarla, pronto, a mi me faltaría el aire, y empezaría a sufrir todos los síntomas del mal de altura. Por eso, parábamos cada vez que alguien no podía más, y poco a poco fuimos avanzando a través de la completa oscuridad.

Cuando caminábamos encordados y separados por unos dos o tres metros, las linternas apuntaban a la nieve blanca que en la noche brillaba como trillones de diamantes juntos, era un espectáculo que nos hacía sentir los seres más ricos del planeta, por momentos me creí que en efecto podían ser diamantes, y quise llevarme un poquito solo porque ajá. Al día siguiente tenía los bolsillos mojados.

A eso de las 3am tuvimos el gran reto de la grieta. Una falla técnica que cruza todo el volcán y que en los últimos meses no había permitido a nadie hacer cumbre. Esa era nuestra mayor preocupación, pero bajamos a la grieta, y después de algunos saltos, de estalactitas que se veían como espadas dispuestas a caerse y a atravesarnos y de unas paredes de hielo que tocó escalar, salimos victoriosos de la grieta y seguimos nuestra ruta hacia el sur para bordear la pared de piedra del Volcán.

Durante poco más de una hora caminamos como guerreros a la batalla, sin miedo, con paso firme, solo descansábamos si Fabián paraba a identificar la ruta, avanzamos mucho y alcanzamos a algunos grupos que nos habían pasado. Ellos se quedaron atrás, y no lograron subir la cumbre. Luego de esa hora de gran avance, a eso de las 5 am, la montaña nos dio un golpe doble de altura y cansancio, y mi fuerza empezó a decaer. Era impresionante como no lográbamos dar más de 20 pasos antes de desplomarnos para respirar pegados al suelo. Ahí me empezó la dificultad para respirar y el camino se volvió una tortura. Sin embargo sabíamos que faltaba poco, y que podíamos hacerlo, así que lucharíamos hasta el final, Cumbre o muerte.

Ya amanecía, habíamos superado la última pared de hielo, si me preguntan diré que era de 90 grados, obvio que no, pero así se sintió. Las piernas no podían dar un paso más, la respiración ya muy agitada y parecíamos zombies a punto de desvanecernos. Miguel, Ana y yo comenzábamos a perder la esperanza, pero Fabián nunca flaqueó, el man uso toda su energía en darnos ánimo, nos decía que la cumbre ya estaba ahí, que solo faltaba una colina más, que ya íbamos a llegar, que eramos fuertes y que eramos guerreros. Fabián decidió regalarnos la cumbre y por eso casi que nos arrastró hasta ella.

El sol ya había salido, y su línea de luz nos mostró la cumbre a unos 30 metros, eso nos animó y aceleramos el paso, en menos de 5 minutos habíamos pisado la nieve más hermosa, la de la parte más alta, desde la que podíamos ver el mundo entero, desde la cumbre vimos los picos de las montañas que no se dejaron alcanzar(los Ilinizas y Ruco Pichincha), y de aquellas que aún parecen inalcanzables (Chimborazo, Altisana); desde la cumbre nos sentimos inmortales.

Chocamos nuestros piolets como en una ceremonia de celebración de escaladores y nos dimos largos abrazos cargados de orgullo, de aprecio. Cuando nos abrazamos Ana y yo, lloramos por varios minutos, sabíamos que juntos eramos invencibles, pero ahora sí que estábamos seguros de eso, logramos la cumbre, juntos, dolió y sufrimos, cuando yo caía ella me dió fuerzas, cuando ella flaqueó yo la apoyé, y ahora lo habíamos conseguido y de nuevo, eramos inmortales, subir la montaña había sido bajar al infierno y al cielo. La montaña nos volvió hermanos guerreros, nos enseño a caminar sin miedo, a confiar el uno en el otro, a no mirar atrás, y a saber que no existen límites pues los rompes tantas veces que simplemente dejas de creer que existan.

El descenso fue de dos horas, pero luego de la cumbre se hizo más soportable. Los últimos 400 metros nos deslizamos por una pendiente de nieve, bajamos tan cansados, pero felices, orgullosos, humildes, y agradecidos con el Cotopaxi que nos bendijo con una noche sin nubes, que nos invitó a subir y nos permitió bajar. Ahora, luego de un duro viaje hacia la costa, decidimos darnos unas vacaciones en el paraíso, se llama Mompiche y existe la posibilidad que en un futuro no muy lejano, se convierta en nuestra casa. Luego les contaremos sobre este lugar, por ahora, les dejamos unas foticos.



Un abrazo a todos y Buena montaña.

Si alguien quiere datos de Fabián y más información útil para subir el Coto, pueden escribirnos.

TODAS LAS FOTOS DEL COTOPAXI A CONTINUACIÓN

6 comentarios:

  1. Mis escaladores favoritos:
    Me encanta leer este blog en la Vega. Siento que logro conectarme con la energía de uds mucho más que haciéndolo desde Bogotá.
    Es impresionanante como uno cuando está haciendo las hazañas, duda de la fuerza y perrenque para lograrlas, porque las ganas son infinitas pero el cuerpo, como todo lo material, si es finito. De la misma forma es impresionante como, la gente externa a tales cuentos, en este caso yo, nunca duda de la berraquera de quienes las hacen, en este caso uds.
    Me alegra que hayan podido empacar las bocanadas de aire y los diamantes de los 5900 mts que me tienen que dar cuando nos veamos, y sigan haciendo cositas que me hagan sentir fucking proud. Un abrazo rompecostillas de Gustavo Enrique y mio, tal cual como si estuvieran en la cima del Cotopaxi.
    Puentes.

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    1. Queridos Amigos, gracias por el comentario, nos dan ganas de emprender algna otra aventurilla, aunque por ahora estamos de relax en la playa. los pensamos muchìsimo en nuestra subida, y te cuento que si bien el aire es increiblemente puro, tambièn es dificil de respirar.

      Un abrazo muy grande

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  2. Qué lindo, leyendo me sentí caminando con ustedes, viendo las estrellas, sintiendo el viento, la satisfacción de haber llegado , de haber vencido los obstáculos, de ver esos paisajes infinitos, que bello, gracias por compartir esta aventura la cual muchos quisiéramos haberla hecho pero que gracias a sus escritos podemos vivirla cibernéticamente, besos pa’ los dos
    Tía C

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    1. Hola C, que chèvere que lo sientas tuyo, esa es la idea.
      Hemos visitado lugares como Otavalo y nos hemos imaginado que los disfrutarìas muchisimo: mucha cultura, colorido y un aire de libertad.

      Un abrazo a ti y a M.

      E

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  3. Soy amiga de Eliana y profesora de periodismo. Realmente a través de este blog hecho con el equilibrio de corazón y razón nos llevan a sus seguidores a vivir su aventura....Hermosas fotos y muy buenas descripciones de la aventura que todos alguna vez soñamos tener pero que fuimos incapaces de abandonar la tranquilidad a sabiendas que nos estábamos perdiendo de la creación de Dios y de la emoción de conquistarla y gozarla.
    Felicitaciones

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    1. Hola Nidia!! Gracias por los alagos! Nos parece muy chévere que nos sigas en esta aventura. Un abrazo grande :)

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